La tala de los chopos del Ramal ha generado preocupación y ha acercado hasta la misma puerta de nuestras casas los efectos de la construcción del recrecimiento del embalse de Yesa.

En todo caso la tala estaba justificada por la elevada edad de los árboles, varios de ellos ya secos. De hecho, se han conservado los más cercanos al Muro, por ser más jóvenes. En fin, que aún se va a poder disfrutar de uno de los entornos más queridos de Sigüés: el río. Y esperemos que así sea por muchos años.

Os dejo con un vídeo grabado el martes 15 de noviembre, para que veáis cómo ha quedado el río. ¡No todo está perdido!

Publicado porMikel Belasko en 22:53  

1 comentarios:

carlos artaso dijo... 16 de abril de 2017, 14:28  

Fui testigo de la recian talada chopera, coincidio con la muerte de mi madre, que aún no nacida en Sigües, era conocida por todos los del lugar desde hace cincuenta años. En su momento no tenia fuerzas para manifestar mi dolor ante tal acto como es una tala rasa. Hoy con mis hijos, reajustada nuestra vida, y como homenaje a las gentes que apreciabamos esa chopera he escrito esta carta, enviada a la editorial de varios periodicos, quizas no tenga eco por la tardanza, pero ahí quedará para el que quiera.



Yesa, y sus daños... ¿colaterales?

Semana Santa 2017, vuelvo a mi pueblo, Sigües. Emplazado en el linde del nuevo pantano de Yesa, ese que nunca llega.
En mi pueblo, esas obras se miden/sufren en décadas, legislaturas, no intereses, o intereses, según a quién convenga. Mi pueblo está a la entrada del valle del Roncal, casi fronterizo con tierras navarras, donde ‹lo verde› es intocable y se mima y se extiende allá donde mires. Conciencia. Mi pueblo es el más bonito, porque en verano, cuando la solana hace imposible andar hasta por la sombra, disfrutábamos los nativos, foráneos, viajeros, despistados en busca de sorpresas, de un alivio maravilloso, un relax para la siesta de los bebés y mayores, disfrutábamos, repito, de una chopera ribereña al río Esca, árboles plantados en mi infancia, testigos del crecimiento de tres generaciones en mi familia y tantas otras. Un centenar de árboles de buen porte, de más de quince metros de altura, a mitad de su vida, tan frondosos que ni el sol de verano podía con ellos, un gozo verlos, tan fuertes ellos, cuidadores de quien se quisiera acercar al parque de Sigües. Cien tocones hay ahora, caras de asombro y duda en niños, corazones rasgados de los mayores que crecieron con esos arboles, recuerdos rotos de aquellos que estaban con nosotros.

Algunos datos:
La vida del álamo es de más de 80 años. La explotación maderera del chopo se hace en ciclos entre quince y veinte años. Esta chopera era un parque de facto, reconocido desde hace décadas, no una explotación.
El terreno donde se ubica pertenece al Dominio Público al estar a menos de 100 metros de la ribera del río Esca.
Las expropiaciones de viviendas cercanas al nivel de agua del futuro pantano y su proyecto de lámina de agua permanente en Sigües, ‹futuro motor económico para el pueblo›, se realizarón hace más de dos años, tiempo en el que no se ha hecho absolutamente nada alrededor del pueblo. Ni siquiera el acceso de la autovía A-21, única conexión con el valle del Roncal. Que por si alguien no lo sabe, es un gran centro de turismo rural y naturista que nuestros vecinos navarros se esmeran en promocionar y cuidar.
Tiene bemoles, que en una tierra árida como la nuestra, nos permitamos hacer una tala salvaje por que a lo mejor, dentro de unos años llega el pantano, o no. Lo irremediable llegará, pero hasta entonces: el saneamiento, la poda controlada de arboles, el cuidado del parque es lo que aporta, enriquece a la localidad, y enorgullece a su gente.
La tala rasa como solución... sin Conciencia.
Me avergüenzo de esos políticos que ‹cuidan› de lo nuestro y de esa C.H.E. que hace y deshace los sueños de mi pueblo.

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